Otro Mundo

Era un lugar que por cualquier parte decía lujuria, todo a su alrededor era íntimamente prohibido. En un momento estábamos en la soledad tú y yo, en una cercanía que decía a distancia que éramos mas que amigas; era solo una tela fina lo que separaba la multitud de nuestra soledad. Por un instante que mis ojos no pudieron visualizar correctamente, la soledad anhelada se vio quebrantada por dos figuras, que, a la primera no distinguí, pero en solo una fracción de segundos, mi cuerpo adquirió una postura defensiva. Una de las dos figuras se reía maliciosamente mientras te veía como si fueras, sencillamente, un vil pedazo de carne, la otra a su vez, solo observaba a su compañera con ojos inexpresivos. Me sentí impotente, mi mente me gritaba que nos fuéramos, que solo ignorara lo que podría pasar, pero, lamentablemente, mi cuerpo estaba estático, solo imploraba que aquella figura despreciable no osara tocar un centímetro de tu piel. En el instante que lo pensé, fue como si ella, con su piel de porcelana y ojos color café intenso, leyera mi mente e inmediatamente me dedicó una mirada pícara. Su amiga me agarró con una fuerza que no entendí como podía tener. La contextura de aquella mujer no reflejaba la fuerza que tenía, mientras que la mente maestra se abalanzó sobre ti como si de íntimas fueran. Mis ojos no podían creer lo que veían, solo sentía un líquido salado y amargo recorrer mis mejillas al mismo tiempo que dentro de mí se rompía algo e igualmente ahí seguía... parada gracias a la mujer que me sostenía porque sinceramente no sabía como mantenerme de pie mientras esas imágenes me eran obligatorias verlas. Mi corazón se quebró en mil pedazos y mil veces mas me negué a creer que tus labios probaban y besaban otros labios que no eran los míos. Absorta y sumergida en mis cavilaciones, no me percate que la mujer que me sostenía, poco a poco se acercó a mi oído y me dijo sin vergüenza: "ellas siempre estarán juntas... se pertenecen". Mi boca se entreabrió para refutar lo antes dicho, pero me fue imposible articular una palabra. Esto tiene que ser una broma, alguna jugada horrible de mi destino pensaba; me dolía inmensamente escuchar las palabras que me golpeaban como balas de acero. Empecé a gritar, a gritar tan fuerte para aminorar el dolor que sentía en mi pecho. ¡Nosotras nos pertenecíamos! yo soy tuya al igual que tu eres mía, nos lo dijimos. De nuevo, para callarme y tragarme lo que había dicho, vi como poco a poco la mujer que se encontraba encima de ti, desprendía cada pieza de ropa al mismo tiempo que te arrancaba la tuya, era un juego para ella; en su mirada podía leer su disfrute, su gozo, era ver a un niño con juguete nuevo. Quedaste piel con piel aunque lo único que impedía la desnudez total, eran las ropas íntimas, que a pocos minutos desaparecería. Mis ojos sufrían al ver tal acto, mi corazón me rogaba que parara todo eso y mi mente... solo me decía que acabaría mas pronto de lo que pensaba. Jamás había albergado tanto odio hacia una persona, aquella mujer. Odie cada parte de ella, odie la forma como te miraba, odie como te besaba. Ese sentimiento se iba metiendo mas y mas en mi piel, impregnaban mis huesos sin embargo, el dolor era aun mas fuerte al comprobar cómo le correspondías los besos, las caricias. Abatida, esperaba que ese martirio finalizara. Segundos muy pesados, mis súplicas fueron escuchadas y todo había parado, todo se congelo en fracciones de segundos. Un sonido irritante y molesto era lo que escuchaba por doquier. ¿una alarma? pero por supuesto, fue una horrenda pesadilla. Volteo y te miro ahí, acostada a mi lado. Agradecí que todo era mentira; inevitablemente apareció una sonrisa en mi rostro y mis labios, sin pedir permiso, susurraron nuestra frase preferida.... Te Amo

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